El mito de los 21 días

En 1960, Maxwell Maltz, un reconocido cirujano plástico de la Universidad
de Columbia, estableció un patrón de 21 días para que una imagen mental
establecida desaparezca y cuaje una nueva. Para establecer esta tesis se basó
en la pauta que seguían sus pacientes para asumir su nueva imagen cuando les
modificaba algún rasgo de la cara o para superar el síndrome del miembro
fantasma cuando este había sido amputado.

Resultado de imagen de 21 diasPara Maltz este patrón era trasladable al potencial humano para asumir los
cambios de hábitos, – comportamientos repetidos regularmente-, puesto que la
imagen que las personas tienen de sí mismas y las conductas que crean guardan una
estrecha relación entre sí.

En base a esta tesis y otros trabajos realizados posteriormente en el mundo
del management, -como, por el ejemplo, el de Stephen Covey-, entre muchos
profesionales del mundo de recursos humanos está extendida la creencia de que las
conductas profesionales pueden modificarse en 21 días,
aproximadamente.

¿Es un mito o una realidad que los comportamientos profesionales pueden modificarse
en tres semanas? Por ejemplo, ¿puede cambiar un directivo su estilo de
liderazgo “directivo” por otro “democrático” en este corto espacio de tiempo? Y
en su caso, ¿cómo podría conseguirse?

Un hábito implica interiorizar una acción de una forma natural hasta el
punto de que se convierta en una actitud espontánea. Un hábito no es innato y
viene definido por los
valores, ideas,
sentimientos y experiencias significativas
que haya podido tener la persona a lo
largo de mucho tiempo.

Según la neurociencia, -cuyo desarrollo como disciplina en el mundo laboral
es todavía  incipiente-,
cada destreza
aprendida reconfigura nuestro mapa cerebral (“plasticidad del cerebro”). Así, aprender
nuevas habilidades tiene un efecto en la estructura física del cerebro,
modificándolo y estableciendo nuevas relaciones y circuitos neuronales, que a
su vez, alteran su funcionamiento.

En 2009, la psicóloga de la salud Phillippa Lally publicó una investigación
en la que un número significativo de voluntarios lograron desarrollar pequeños comportamientos
saludables que hasta entonces no hacían y convertirlos en un hábito diario. Sin
embargo, aunque la elección del cambio de conducta era voluntaria, el tiempo
medio que les tomó alcanzar el automatismo en esa nueva acción fue de 66 días;
y algunos tardaron hasta 254 días.

Por lo tanto, hemos de dar por hecho que, al igual que se puede conseguir a
nivel personal, los profesionales pueden cambiar sus hábitos o comportamientos laborales
para, lógicamente, obtener nuevos resultados; eso sí,
siempre que se trabaje
de forma regular.

Pero, ¿por qué es tan difícil instaurar un nuevo hábito profesional? Y en
su caso, ¿es admisible hacerlo en tres semanas?

La realidad nos dice, por un lado, que son muchos los factores que influyen
en la modificación de los comportamientos profesionales: el grado de dificultad
en su aprendizaje y posterior desempeño practico, el motivo o valor de la
persona al que pueda estar ligado, la imagen que tenga el profesional de sí
mismo, etc. Por otro lado, la práctica nos muestra la obviedad de que el tiempo
medio de los cambios de hábito es altamente variable.

No sirve de nada querer hacer un nuevo ejercicio diario de conducta si este
no está conectado con algo importante para el profesional. De ser así, lo
acabará abandonando porque no le encontrará sentido.

Las experiencias sobre cómo se produce el desarrollo profesional,-
explicado este por la adquisición de nuevos comportamientos que producen
mejores resultados-, nos ayuda a inferir que para que se produzcan cambios
positivos de hábito profesional han de seguirse tres etapas de acción a nivel
personal: toma analítica de conciencia, asunción de la responsabilidad del
cambio y práctica sistemática en el desempeño del puesto.

La toma de conciencia a nivel técnico y emocional de las fortalezas y
debilidades respecto del entorno ayuda al profesional a identificar sus
posibles áreas de mejora. Las vías para ello son la autoevaluación y el
feedback objetivo externo. Este primer paso, por sí mismo, es beneficioso para
plantearse la necesidad del cambio de hábitos.

En segundo lugar, conocidas y asumidas las posibles áreas de mejora, es el
momento de que el profesional se plantee voluntariamente sus objetivos de
cambio y por ello, los hábitos a modificar. Ello es un acto de responsabilidad
personal. Y lo primero a realizar al respecto es asumir una actitud manifiesta
de proactividad y regularidad para trabajar personalmente en pos de los nuevos
retos de cambio.

En tercer lugar, una vez asumidas las áreas de mejora y tener claramente
establecido el objetivo cambio, se ha de trabajar de forma fehaciente en su
práctica en el puesto de trabajo. Ello exige regularidad; sabiendo que a veces
es necesario rehacerse de las “caídas” y ser resiliente ante los obstáculos que
se encuentren el camino. Así como ser trasparentes ante uno mismo con las causas
de “desfallecimiento”. Poder contar con un tutor objetivo y franco es
fundamental.

En definitiva, podemos asegurar que se pueden cambiar los hábitos a nivel laboral,
al igual que se hace a nivel personal. Pero ello requiere tener conciencia
clara de las posibilidades que uno tiene, fijarse unos objetivos alcanzables y
asumirlos de forma proactiva, regular, disciplinada y resiliente en el
desempeño del puesto de trabajo,

Si seguimos estos tres pasos, cambiar de hábito laboral es alcanzable; Pero
nos tomará el tiempo necesario en función de nuestros motivos, valores,
dificultades del entorno, rasgos personales o destrezas. Seguro que no lo
conseguiremos en 21 días; aunque es bueno plantearse un plazo, siempre que este
sea realista.
(Articulo publicado en Capital Humano en Octubre de 2.015)

Antonio Peñalver

2 comentarios en “El mito de los 21 días”

  1. Me resulta muy interesante ya que esta muy de moda crear un estándares y pensar que todos funcionamos igual.
    Cada uno tiene su tiempo y proceso de adaptación, lo mas importantes considero que son las ganas que se ponen en conseguir todo lo que uno se propone, indiferentemente del ámbito al que se aplique.

    Madalina Pricna
    Alumna de Liderazgo de la Uah

  2. Es curioso como ciertamente se manifiesta el patrón de 21 días para que una imagen mental establecida desaparezca y cuaje una nueva.
    Desde mi punto de vista es una realidad, aunque he de citar que depende en que ámbito.
    Una persona puede salir de su zona de confort y adaptarse en 21 a un nuevo puesto de trabajo, un nuevo grupo de compañeros, un nuevo sistema operativo…pero si hablamos de cambiar un directivo en su estilo de liderazgo, de directivo a democrático……creo que si podría conseguirlo, pero 21 días, no lo creo.
    Podemos modificar hábitos como bien cita hasta el punto de que se convierta en una actitud espontánea.
    Pero si interiorizamos y tratamos de modificar valores, ideas, sentimientos y experiencias significativas que han sido fraguadas durante años, a mi parecer es complicado.
    Para lograrlo coincido que debe de estar conectado con algo importante para el profesional para lograr que encuentre sentido al cambio, solo de esta forma veo posible el cambio.

    Luis Mª Prada Perrote
    Alumno UAH – ADE

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