Las personas en el mundo laboral, como nos recordaba recientemente Pilar Jericó, están siendo erosionadas emocionalmente. Directa o indirectamente todos estamos afectados por las circunstancias laborales: el despido personal o el de una amigo, un rumor de fusión o cierre empresarial, una reducción salarial… Todo, en mayor o menos medida, nos afecta.
Está científicamente demostrado que sentimos antes que pensamos. Y es que las circunstancias laborales pueden poner en peligro nuestro entorno personal y familiar; Por lo que es licito, ante este tipo de circunstancias, desarrollar sentimientos más o menos desarrollados de miedo que acaban afectando a nuestra salud.
Los profesores Naomi I. Eisenberger and Matthew D. Lieberman del departamento de Psicología de la Universidad de California, evidencian que existe una superposición entre el dolor físico y el social bajo el nivel del circuito neuronal y los procesos computacionales del cerebro. De hecho, sugieren que el dolor social puede llegar a compartir, junto con el dolor físico, los componentes del amplio sistema neuronal.
Diferentes estudios han proporcionado evidencias de que grados crecientes de rechazo social afectan a la reducción de la autoestima y pueden causar dolor social. Además, esta circunstancia hace que se active la corteza prefrontal del cerebro de forma muy similar a como sucede cuando se siente dolor físico.
De ahí que no se pueda desdeñar a las personas que muestren dolor socio laboral, ya que están sufriendo de forma similar a como lo harían si tuviesen una enfermedad física.
El respeto que debemos tener ante este tipo de estados físico-emocionales, resultado de las situaciones laborales, debe ser igual al que tenemos ante cualquier enfermedad física. Una persona afectada por la problemática sociolaboral llega a sufrir físicamente y requiere de comprensión y cuidado.
Si bien es cierto que el escenario de crisis e incertidumbre económica es una realidad que trae, más que nunca, consecuencias negativas en el terreno laboral. No es menos cierto que las personas afectadas, directa o indirectamente, sufren y requieren nuestro respeto. Por tanto, trabajar por el crecimiento económico y el empleo es una cuestión moral y social.
Antonio Peñalver
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