¿Cómo debe el directivo promover la Integridad?

En muchos proyectos en
los que he estado y estoy involucrado, aprecio que las organizaciones buscan el
desarrollo de la “integridad” como valor inmutable e incuestionable. A priori, ello es muy
loable; Pero el problema surge cuando tramamos de acotar la integridad: ¿que entendemos por integridad? y ¿cómo identificamos  comportamientos observables que lo  ejemplifiquen?.
Y es
que “integridad” nos habla del despliegue de un conjunto de comportamientos
acordes con lo que pensamos que naturalmente es mejor para la organización… y para nosotros. Ello no deja,
obviamente, de tener aspectos subjetivos: ¿qué entendemos por lo mejor?; Y si
queremos ir más allá: ¿qué entendemos moralmente por lo mejor?.
En mi
opinión,- y acotado al campo profesional-, integridad supone hacer lo mejor
posible las cosas cuando nadie mas las observa y juzga; pero también es coherente con nuestro entorno. Ello, -al menos bajo mi
punto de vista-, supone respetar las cosas y actuar con rectitud. Es simple
pero difícil de llevar a cabo. Ya que lo primero que pensamos es: “¿qué es lo
correcto?”. Es algo que deberíamos preguntarnos constantemente.
Actuar
con integridad supone comportarse acorde con lo que realmente creemos que es
mejor para todos: personalmente, mi equipo y mi entorno organizativo.
Ello,
además, supone tomar consciencia de mis posibilidades respecto de un entorno
adecuado con valores inviolables
  y tomar de control de mis
acciones al respecto. En definitiva, es una cuestión de: identificación y
asunción de valores; y desarrollo de la capacidad para la autogestión y el
dominio de actitudes acordes.
Por
tanto, para actuar con integridad en las organizaciones: ¿cómo nos debemos
comportar?.
Estos
son los pasos que propongo para actuar con integridad dentro de una
organización:
1.  Servir de modelo para los demás. Primero nos hemos de examinar. ¿Actuamos acorde con
los valores de integridad que nos pide la organización?. Si no somos un modelo
para nuestros colegas y colaboradores es difícil que podamos desarrollar la
integridad a nivel corporativo. Y ese modelo ha de ser observable por
comportamientos acordes con el conjunto de
 valores que
la organización tiene y quiere desplegar. Las organizaciones actúan de forma
consistente con sus valores y los directivos han de servir de ejemplo de los
mismos. No olvidemos que nuestros colaboradores acaban haciendo lo que ven en
sus superiores. Por ello, nos hemos de preocupar de servir de ejemplo.
2.   Preocuparse por formar a los colaboradores. Servir de modelo y predicar con el ejemplo no es
suficiente. Nos hemos de preocupar por
 entrenar a nuestros
colaboradores en el desarrollo de los comportamientos de integridad que
requiere la organización. Por ello, el directivo ha de convertirse en un
 mentor de
sus colaboradores: mostrando el camino, aconsejando y exigiendo comportamientos
acordes. Para comprometer a los colaboradores con el desarrollo de
comportamientos de integridad hemos de ser ejemplo y obviamente, activos.
3.   Reconocer comportamientos de integridad. Con el fin de reforzar el compromiso con la excelencia
e integridad organizativa, hemos de
 reconocer y celebrar a aquellos colaboradores que sirven de ejemplo; y a su
vez, hemos de discriminar públicamente a aquellos que actúan de forma contraria a estos
valores. Cuando alguien actúa al margen de los valores de integridad y se le
deja actuar, estamos favoreciendo el desarrollo de una organización incoherente
y nociva.

Antonio Peñalver