Reestructuración y responsabilidad social

Las empresas continúan enfrentándose a una escenario económico delicado del que, dada la situación europea y norteamericana, cabe deducir que se va a prolongar, aún más. De ahí que las organizaciones que apuestan por mantener su rentabilidad y seguir creciendo en este entorno, redefinan sus estrategias de negocio y planteen su reestructuración como necesaria. Muchas veces es inevitable y es en este momento cuando la función de recursos humanos debe jugar un papel relevante.
Esta mañana de lunes, -día 3 de octubre-, he tenido la oportunidad de asistir al «Foro sobre Recursos humanos y reestructuraciones» organizado por MOA, del grupo BPI, y ha sido un buen momento para reflexionar sobre cómo abordar los procesos de reorganización en donde las personas son el elemento clave. 

En cualquier proyecto de reestructuración el empleo, -y lógicamente las personas-, son el elemento central. Y si se quiere minimizar el impacto económico y social de este tipo de procesos, se ha actuar de una forma planificada.

Tal y como veíamos esta mañana, este tipo de procesos han de contemplar la empleabilidad, los cambios estructurales y la gestión del cambio como los tres de ejes de actuación imprescindibles. Ejes que me permito describir libremente del siguiente modo:

·         Apuesta por la empleabilidad.

En momentos de crisis, es responsabilidad social de las organizaciones apostar por las capacidades presentes y futuras de sus empleados. Es por ello que,- frente a cualquier alternativa de reestructuración interna que, incluso pudiese tener como derivada desprenderse de parte de la organización-, se deba anticipar y mejorar las competencias de los empleados para asegurar su empleabilidad en cualquier aspecto del proceso re organizativo.

·         Búsqueda de todas las medidas de actuación organizativa.

El Expediente de Regulación de Empleo (ERE) no es más que un instrumento legal de un proceso de reestructuración y además, se puede aplicar en diferentes grados: no tiene por qué conllevar la extinción de la relación laboral.

Es obligación de la dirección estudiar las alternativas más eficaces y socialmente responsables de para llevar adelante su reestructuración -que afecten a personas-.
De ahí que, además del ERE, las organizaciones busquen promover otras alternativas como la diversificación funcional, la externalización, el spin-off, el MBO o la búsqueda de emprendedores.

Por otro lado, en colaboración con todos los actores afectados posibles –empresarios, administración, empleados, proveedores o clientes- cabe la opción de buscar alternativas de desarrollo de negocio alternativo de caracter endógeno –promoviendo empleo en empresas del entorno- o exógeno –atrayendo inversión de otras empresas al entorno funcional o geográfico de la empresa afectada que permita absorber parte del personal excedente-.

Sin duda, este tipo de medidas para que puedan implantarse con éxito obilgará a que la organización sea activa en la adopción de medidas de movilidad interna o externa, funcional o geográfica; acompañadas, en muchos casos, de programas formativos de concienciación y reciclaje.

·         Gestión hasta el final del cambio.

Una vez  acometida la reorganización desde un punto de vista material, este proceso no ha finalizado.  Dentro de la organización los nuevos retos revisados siguen vivos y quedan personas que necesitan refuerzo.

Es por ello que un proyecto de reestructuración, desde el punto de vista del empleo y las personas, no acaba hasta que se hayan emprendido de forma programada todas las acciones necesarias de gestión del cambio. Son los resultados fehacientes los que determienen que el proceso a terminado.
Tanto los managers como los empleados son parte de la actividad del cambio y se les ha de mimar hasta el final a través de acciones de comunicación, formación y reconocimiento.


Antonio Peñalver