El Directivo Coherente (Un valor del Liderazgo)

Viendo lo que sucede en nuestro alrededor en casi todos los ámbitos
de la vida donde parece que los valores no son realmente importantes, –como, por
ejemplo, podemos  ver en muchos de nuestros
políticos-, el concepto de coherencia puede resultar poco importante y
subjetivo; y tal vez más, si lo

aplicamos al mundo empresarial y el de sus
directivos.

Uno de los factores claves del liderazgo es la confianza.
Para poder movilizar positivamente y comprometer a los equipos hacía la
obtención de altos niveles de rendimiento, -pues eso es el liderazgo efectivo-,
al directivo,-además de pedirle que, por ejemplo, sepa comunicar, apoyar técnicamente
o influir- se le requiere que inspire confianza en su entorno de relaciones y
ello, conlleva, entre otras cosas, ser coherente.
Por coherencia directiva entendemos la capacidad del manager
para mantener de forma lógica y consecuente lo que dice y lo que se hace. Ser
consecuente entre lo que previamente se ha dicho o hecho y lo que luego se dice
o hace es muy importante en la organización y es sinónimo de responsabilidad.
No actuar con coherencia a la hora de tomar decisiones,
comentarlas y actuar perjudica terriblemente al propio directivo, a su equipo y
a la organización en general:
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El
directivo se gana la confianza de sus colaboradores y otros stakeholders mostrando
coherencia
; -al igual que prestando apoyo o siendo sincero (que no quiere
decir, dar toda la información sino es preciso)-. Estos tres aspectos, -coherencia,
sinceridad y apoyo-, son las claves de la autoridad moral que se espera de todo
mando que pretenda o necesite liderar. El liderazgo se basa en gran parte en la
transmisión de confianza a su entorno de que se actuará de forma responsable
con lo que se representa y manifiesta; y viceversa.
·      
La
incoherencia es un elemento disruptivo del trabajo en equipo
. ¿Cómo puede
haber cooperación y compromiso en los equipos de trabajo si lo que ven en sus managers
es incoherencia? Las personas en las organizaciones acabamos haciendo lo que
consideramos es normal en las mismas, aunque solo sea por supervivencia. Y
aunque los empleados tengan muy arraigado el valor de la confianza y la
coherencia, si ven  comportamientos
contrarios en sus directivos no tendrán clara la misión ni las reglas del juego,
acabando por quebrarse cuanto menos su moral y compromiso; y repercutiendo en
el corto plazo en su rendimiento.
 

·      
Las
organizaciones para ser competitivas necesitan de líderes que, además de tener
poder formal y técnico, tengan autoridad moral.
Y esto último significa moverse
y mostrarse acorde con unos principios de gestión cercanos a las personas y a
la verdad. Y estos principios, no son otra cosa que valores. Valores que han de
transmitirse de forma fehaciente al resto de la organización. Si los empleados,
entre otros, no sienten la confianza de que sus principales responsables no se
mueven acorde con unos principios éticos de gestión surge la desorganización y la
disgregación organizativa.